Entrenamiento de la fuerza en personas en procesos oncológicos

 

Siempre resulta enriquecedor compartir conocimientos relacionados con el ejercicio físico y la salud, pero cuando la actividad física establece asociaciones con enfermedades oncológicas, abordar el tema se convierte en un reto apasionante.

El ejercicio físico está presente a lo largo de toda la vida, ayudándonos en muchas facetas de nuestra vida. Su poder es tal que se erige en el “método” principal recomendado por médicos y profesionales del sector deportivo para contrarrestar los efectos de una calidad de vida deficiente.

En ESHI, ante todo, formamos personas. Nos preocupa su bienestar a todos los niveles y ese es nuestro principal valor. Por ello, además de nuestra amplia oferta formativa, nos gusta compartir artículos como el que estás leyendo, ya que amplían nuestro campo de actuación.

Pero ¿cómo hablar de los procesos oncológicos con naturalidad? ¿Cómo podemos encontrar soluciones a tratamientos que en ocasiones resultan intangibles? ¿Puede ser EL ENTRENAMIENTO DE FUERZA el antídoto adecuado antes, durante y después de los tratamientos de cáncer?

 

PROCESOS ONCOLÓGICOS, PLANES DE TRATAMIENTO Y ACTUACIÓN

Podríamos definir estos procesos como los tratamientos que contemplan el uso de cirugías, radiación, medicamentos y otras terapias para curar, encoger o detener un cáncer.

Mediante quimioterapia, terapia con hormonas y terapias biológicas se diagnostican, tratan y desarrollan una serie de estrategias de mejora para combatir la enfermedad, manejar la nueva situación derivada de las afecciones y minimizar los efectos, tanto físicos como emocionales. Durante las últimas décadas las expectativas de los pacientes que padecen algún tipo de cáncer han cambiado radicalmente, hasta el punto de que hoy en día el porcentaje de cura de los enfermos asciende a un 50-60%. A pesar de estos datos, relativamente “buenos”, la incidencia de casos nuevos y su morbilidad siguen preocupando, y mucho, a la comunidad médico-científica.

En estudios recientes, La International Agency for Research on Cancer aporta datos preocupantes sobre el número de casos diagnosticados. Las estimaciones indican que en las dos próximas décadas se diagnosticarán 30,2 millones de casos nuevos (año 2040).

Hay que tener en consideración que las medidas de actuación dependerán del tipo de tumor y el estadio de la enfermedad, además de los factores propios del paciente, como estado físico general, edad, apoyo familiar, características genéticas y específicas de la persona a tratar, entre otras variables.

Los procesos oncológicos son uno de los aspectos más complejos y delicados de la atención médica y el éxito de una correcta gestión recae en las manos de un equipo formado por diferentes especialistas, entre los cuales destacamos a:

– Médicos de atención primaria

– Oncólogos

– Radioterapeutas

– Trabajadores sociales

– Fisioterapeutas

– Profesionales de la Actividad Física

– Farmacéuticos

– Psicólogos

Una vez establecido el diagnóstico, el principal objetivo del tratamiento consiste en eliminar el cáncer por completo, siempre que sea posible. Otras veces la terapia se dirige a eliminar células cancerosas localizadas en otras partes del organismo, incluso cuando no hay indicios de su existencia.  Pero el enfermo debe ser consciente de los riesgos que implica el tratamiento, por lo cual la relación médico-paciente debe ser permanente, en contacto continuo para solventar posibles retrocesos en el camino.

De esta manera, tras la intervención de un programa perfectamente estructurado por el equipo médico y los profesionales deportivos, los pacientes mejorarán su calidad de vida, conseguirán reducir los efectos secundarios del tratamiento y lo más importante de todo: tendrán más posibilidades de sobrevivir.

 

EL TRABAJO DE FUERZA, CLAVE ANTES, DURANTE Y DESPUÉS DEL TRATAMIENTO

Cada vez hay más evidencia de que el ejercicio físico en pacientes oncológicos puede convertirse en una de las mayores medicinas. A pesar de ello, todavía existe desconfianza en el entorno del enfermo respecto al hecho de realizar actividad física cuando se diagnostican este tipo de enfermedades. Obviamente se trata de una tendencia equivocada, quizás alimentada por el miedo, la falta de costumbre, por afirmaciones del tipo la persona está cansada y lo que necesita es descansar, cuando los médicos dicen exactamente lo contrario. Hoy en día, estas creencias todavía dificultan el acceso a la práctica del ejercicio físico. Es un tema cultural, generacional, siendo conocidos y comunes los comentarios “tienes que curarte, por eso tienes que descansar” pero entre todo el equipo que gestiona el tratamiento del paciente deben revertir esta situación e idear un plan de actuación.

Para ello el vínculo ONCÓLOGO-PACIENTE-FAMILIA debe reforzarse y trabajar en la misma dirección por un bien común.

La planificación de un entrenamiento de fuerza en procesos oncológicos no sigue un trabajo lineal. Sufre contratiempos. Aun así, no hay plan de acción que incluya al menos uno o días de esta disciplina. La muestra evidente es que El colegio Americano de Medicina Deportiva y la Asociación Americana de Cardiología ya lo incluyen en sus tratamientos. Hay que recordar que estamos ante patologías complicadas, que dependen de la evolución, cirugías y cambios en sesiones de quimioterapia y otras medidas de actuación que complican la disponibilidad y asistencia del paciente.

 

¿ENTONCES, POR QUÉ ES IMPORTANTE EL ENTRENAMIENTO DE FUERZA EN ESTOS PROCESOS?

Porque un adecuado desarrollo produce mejoras y ganancias en el aparato musculoesquelético y actúa en funciones de sostén, transporte interno y prevención de patologías degenerativas. También reduce las descompensaciones causadas por 2 enfermedades que forman el proceso natural del envejecimiento, como son la Sarcopenia y la Dispenia. La fatiga generada por la enfermedad y las sesiones de tratamiento facilitan la pérdida de los niveles de fuerza y musculatura, por ello LA PRIMERA CONDICIÓN FÍSICA A ENTRENAR ES LA FUERZA.

A continuación, entre los muchos beneficios que aporta esta metodología de trabajo vamos a enumerar los más significativos:

+ Incremento de la masa muscular y la fuerza, su importancia durante el tratamiento de quimioterapia es fundamental, destacando sus propiedades como un potente predictor de deterioros de tipo funcional. En consecuencia, no solo debemos centrarnos en mantener los niveles de fuerza y masa muscular durante el proceso, sino alcanzar niveles óptimos y que prevengan en mayor grado la enfermedad. En varios estudios se ha comprobado hasta qué punto aumentan los niveles de fuerza y masa muscular en personas con cáncer durante el tratamiento.

+ Incremento de la densidad ósea, al estar sometido a estrés durante el ejercicio el hueso aumenta el depósito mineral y refuerza su resistencia, ya que se produce un equilibrio equitativo entre la fuerza, la densidad ósea mineral y la masa muscular.  La carga mecánica provocada por la contracción muscular sobre el hueso estimula la Osteogénesis (trastorno genético en el cual los huesos se fracturan a menudo) y facilitan su restauración.

+ Reduce la Cardiotoxicidad, una disfunción en la cual se produce daño al músculo del corazón. A causa de las sesiones de quimioterapia se experimenta un descenso de la capacidad respiratoria, entre un 5 y un 30%. Está comprobado que el entrenamiento de fuerza contribuye a mejorar los niveles de consumo de oxígeno y reducir los efectos de riesgo.

+ Aumento del Metabolismo Basal en reposo, traduciéndose en un aumento del tejido muscular, metabólicamente más activo y beneficioso que el graso, determinante para incrementar el gasto calórico, ayudando a tratar y prevenir el sobrepeso y la obesidad. Esta acción permite tener el peso corporal bajo control y afrontar las sesiones del tratamiento en las mejores condiciones posibles.

+ Reducción de la presión arterial: la carga de trabajo mediante el entrenamiento de fuerza fortalece el corazón, y un corazón más fuerte podrá bombear más sangre con menos esfuerzo. El resultado es evidente: la fuerza sobre las arterias disminuye y la presión baja.

+ Aumenta la capacidad funcional, la autonomía y la confianza, se fortalecen los lazos afectivos del paciente con su propio “yo” interior y el entorno familiar que le rodea. En un ambiente positivo y de confianza gestionar las posibles adversidades no resultará tan complicado.

+ Reduce el dolor articular y mantiene firmes sus estructuras, otra de las ventajas de un eficiente trabajo de fuerza es que el ejercicio actúa como agente reparador de los músculos que se encuentran alrededor de las articulaciones, aspecto fundamental para soportar los huesos.  Un buen  entrenamiento, siempre controlado, actuará como bálsamo para mitigar dolores articulares producidos por terapias y sesiones hormonales que desgastan y debilitan al paciente.

¿Y cómo sería el planteamiento de una sesión de trabajo de fuerza programada por el equipo médico y los profesionales deportivos?

Una vez expuestas las razones y beneficios del entrenamiento durante el proceso oncológico vamos a concretar una sesión tipo para un paciente:

ENTRENAMIENTO DE FUERZA = MÁS VIDA, MÁS SALUD Y MEJOR PRONÓSTICO DURANTE LOS PROCESOS ONCOLÓGICOS

Frecuencia de trabajo: 2 días de trabajo no consecutivos. Al no tratar con cargas excesivamente importantes los tiempos de recuperación se acortan. Con 48 horas de descanso entre sesión es suficiente.

Adaptar ejercicios globales, multiarticulares, para una mayor coordinación de diferentes grupos musculares. Maximizan la ganancia de fuerza y requieren un mayor gasto calórico.

Trabajar en circuito, de 8-10 ejercicios que desarrollen la fuerza y 12-15 repeticiones cada uno. La recuperación entre ejercicios se hará por la alternancia de los mismos y el tiempo de pasar de uno a otro.

El descanso entre series será entre 1 minuto y 2, para un total de series en función de la forma física y nivel deportivo del paciente.

El rango de movimiento será completo, con recorrido inicio-final.

– Alternancia de ejercicios parte superior e inferior y flexores y extensores.

– Para un mínimo resentimiento muscular establecer una carga progresiva y una progresión de ejercicios de simples a compuestos.

– El material a emplear es diverso. Utilizaremos bandas elásticas de resistencia, mancuernas o máquinas si estamos en un centro deportivo.

– Los últimos músculos a trabajar en la sesión serán los abdominales y paravertebrales, porque estabilizan la columna durante todos los ejercicios y no deben estar fatigados durante la sesión.

CONCLUSIONES:

En la actualidad la ciencia ha confirmado en repetidas ocasiones la importancia del entrenamiento de fuerza en los pacientes que sufren algún tipo de patología oncológica. Los efectos del ejercicio en cada uno de los tratamientos no suscitan debate alguno, llegando a convertirse en el fármaco por excelencia contra cualquier tipo de cáncer diagnosticado.

Sin embargo, incluso los tratamientos más sofisticados y avanzados conllevan efectos secundarios que repercuten negativamente en las ganancias de fuerza y masa muscular. Por ello consideramos imprescindible sustentar la estrategia de los entrenamientos de fuerza bajo dos pilares: la individualización y la flexibilidad del paciente. Una vez elaborado el plan es esencial trabajar la fuerza para paliar los efectos secundarios de la enfermedad y las debilidades emocionales que afectan al paciente y a su entorno más cercano.

Urge actuar empleando medidas valientes que den confianza al enfermo y creen un vínculo sólido entre los profesionales que ponen a disposición sus conocimientos, ofreciendo al paciente las mejores opciones para lograr una cura lo más digna y longeva posible.

Pero por otra parte hay que asumir la realidad. Los procesos oncológicos producen daños en el sistema inmune. Es natural. Sin embargo, hay que mantener la esperanza en cada uno de los casos diagnosticados. Y en esa esperanza hay cabida para el ejercicio físico, para EL ENTRENAMIENTO DE FUERZA y para seguir luchando por sobrevivir a la enfermedad.

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